Una de las tantas historias que tengo para contarte es esta: La historia de la mano de la verdad.
Hacía varios días que estaba vagando por una ruta desconocida para mi. A mi derecha, un extenso bosque se abría camino. A mi izquierda una ruta desierta que daba la sensación de no haber sido transitada en años. Y allí estaba yo, en medio de la nada buscando algún lugar en el que refugiarme por la noche. Seguí caminando mientras las horas pasaban. Ya ni siquiera estaba segura de saber Dónde me encontraba. Pero eso no importaba realmente.
El crepúsculo ya se asomaba por el cielo cuando escuché una música que provenía del bosque. Al mirar hacia allí, divisé una tienda bastante grande a lo lejos. No sabía si sería buena idea adentrarme en el bosque a esta hora, pero tenía la sensación de que algo me llamaba. Caminé como si estuviera poseída por la melodía hasta que me encontré con un pequeño "pueblo acampado". Una gran fogata en el centro alumbraba el lugar. La tienda que había visto a lo lejos se veía mucho más arruinada a esta corta distancia. Unas cuantas carrosas estaban "estacionadas" al rededor de la fogata. -Gitanos- suspiré para mis adentros. Lo último que necesitaba era eso pero cuando quise alejarme, la música comenzó a sonar de nuevo y otra vez, como si estuviera poseía me acerqué al acampado. -Nicole...- susurró una voz casi imperceptible. ¿Cómo era posible? ¿Cómo podía conocer mi verdadero nombre? -Ven a la tienda, Nicole- Volvió a susurrar la armoniosa voz. Caminé y abrí la puerta de la tienda. Había unos pocos muebles, llenos de velas y crucifijos. A mi derecha, un gran libro negro con textos escritos en un idioma antiguo estaba abierto de par en par. A mi izquierda había un pequeño mueble lleno de bebidas y frascos con contenidos indescifrables a simple vista. Todo era terriblemente tétrico. Pero lo que más me sorprendió fue que frente a mí había una mujer sentada en una gran silla tapizada con terciopelo rojo. Aparentaba muchos años menos de los que en realidad tenía. Un extenso y ondulado cabello color ébano adornaban su cabeza. Usaba un pañuelo violeta y amarillo que le quedaba de maravilla. Sus grandes ojos verde esmeralda y su gran sonrisa le sacaban todo lo siniestro al asunto y le daban una reconfortante imagen de madre cariñosa.
-Te he estado esperando, Nicole- me dijo suavemente mientras mezclaba un mazo de cartas de tarot. -Siéntate, siéntate.- me insistió. No podía negarme y la curiosidad podía conmigo así que me senté en la silla que estaba justo enfrente de ella. -Voy a leer tu pasado, tu presente y tu futuro. Extiende tu mano, Nicole- Mi mano temblaba mientras se acercaba a ella -Vienes de un lugar lejano, no es así?- me dijo lentamente
-Sí, hace mucho tiempo que estoy viajando- le contesté sincera.
-En serio? No me equivoqué?- me preguntó sorprendida. Se recompuso un momento y siguió- Tienes muchos años más de los que aparentas tener...
-Es verdad... Actualmente tengo doscientos cincuenta y tres años. -Le dije casi con orgullo.
-No puedo creerlo ¿Volví a acertar?- Parecía no poder creerlo.
-Eres pitonisa... que no te dedicas a adivinar?- le dije sin llegar a entender.
-Tú no lo entiendes... En el pueblo yo era muy conocida por mis poderes adivinatorios y todos acudían a verme cuando tenían dudas sobre su futuro; pero yo me sentía muy desdichada ya que todas mis facciones me resultaban de lo más comunes. El tiempo estaba pasando y yo me hacía más vieja a cada segundo, lo cual empezaba a notarse en mi piel. Le rogué a Dios para que me ayudara con mi desdicha y en mis plegarias prometí entregar todo lo que tenía con tal de satisfacer este vanidoso deseo. Entonces, llego a nuestra pequeña aldea un hombre. Daba miedo de solo estar cerca de él. Venía con un traje muy elegante y un gran bastón con una calavera en el mango. Desde el momento en el que aquél hombre entró a mi tienda, supe que nada bueno saldría de él. Me propuso un trato:
"Yo sé que deseas la belleza y la juventud fervientemente, Analie; y soy el único que es capaz de dártela... solo necesito que me entregues tres cosas tuyas"
Como desearía no haber aceptado. Como desearía haber preguntado cuál era el precio que debía pagar antes de aceptar. Como desearía cambiar mi pasado -yo escuchaba atentamente su historia, intentando comprender- pero ahora es demasiado tarde.
-Demasiado tarde? -pregunté sin llegar a entender todavía
-La mano de la verdad ha llegado, eso significa que él viene a buscarme.- dijo casi a punto de estallar en llanto.
-Analie, explicame por favor. Si no, no podré ayudarte.- le dije intentando sonar segura de mi misma, pero el miedo que sentía en ese momento era imposible de explicarse con palabras.
-Aquel hombre... Aquel hombre era el diablo. Al aceptar perdí todas mis habilidades como psíquica, eso fue lo primero que se llevo. Se llevó a mis dos hijos que murieron al día siguiente en un trágico accidente y me quitó la posibilidad de morir. No me dejaría irme, hasta que la mano de la verdad apareciera. Todos mis intentos de suicidio fueron en vano, ya que mi corazón no latía y la sangre no fluía por mis venas. Yo solo soy un recuerdo de Analie. Soy la belleza que nunca tuvo y nunca tendrá. Soy lo único que queda de ella y lo que más desea irse. Él me aseguró que volvería el día que la mano de la verdad se presentara ante mí. Claro que en aquél entonces no entendía de que hablaba... Ahora lo veo tan claro como el agua. Tú eres la mano de la verdad y acabas de sentenciar mi muerte.
Yo no podía creer lo que estaba oyendo. Mi cerebro se negaba a aceptarlo. ¿La mano de la verdad? ¿y eso que significaba?¿Acaso ser inmortal no bastaba? Ahora tendría que ser el títere del diablo? eso sí que no. Me rehuso.
-Quiero regalarte algo por tu ayuda- me dijo con una gran sonrisa.
-¿Por mi ayuda? ¿Te traigo la muerte y tu le dices ayuda?
-Por fin, luego de trescientos cuarenta años, podré ver a mis amados hijos. La belleza no sirve de nada si no tienes el amor de tu familia y si perdiste tu sabiduría. Todos estos años he estado esperando este día, así que como muestra de agradecimiento quiero entregarte mi más preciado tesoro; porque supongo que en el lugar donde estaré no servirá de nada. - La mujer comenzó a revolver los cajones, buscar entre los libros y los frascos hasta que sacó una pequeña lata.
-He aquí, la lata de los deseos.- me dijo sin dejar de sonreír - Cuando desees algo, con toda tu alma, escríbelo en un papel y metelo adentro. Si tu deseo no es egoísta será escuchado por la lata y te ayudará en tu camino.
-Por qué no pediste que te dejaran morir? Acaso no lo deseabas realmente? -pregunté intrigada-
-Pues claro que lo deseaba, pero mi alma ya no me pertenecía. Ahora le pertenecía al diablo. Ya no podría desear nada, ni podría tener esperanzas. Simplemente me quedaba esperar en una triste agonía hasta el día que tu llegaras. Oh, si hubiera prestado más atención... Si no hubiera sido tan vanidosa... Prometeme que no cometerás mis errores. No te dejes tentar por el diablo, porque podría irte como a mi. - Cuando Analie terminó de contarme, un hombre se apareció en la puerta. - Hace mucho tiempo que te espero Lucifer. - le dijo Analie intentando reprimir su emoción.
-Veo que encontraste la mano de la verdad - le dijo el extraño hombre a Analie mientras me observaba bastante serio. - Lamento interrumpirlas, pero es sumamente necesario que nos vallamos Analie.
-Con mucho gusto - alcanzó a decir ella - Nicole, cuídate por favor y usa la lata con sabiduría.
En ese momento, mi cabeza comenzó a dolerme y mis párpados se hacían pesados. Todo a mi alrededor daba vueltas y se me hacía imposible mantenerme en pie y entonces...
Al mirar a las proximidades noté que ya no me encontraba en el bosque. Me encontraba donde había empezado... en la carretera. Todo, absolutamente todo lo que había pasado era un sueño. Nada había sido real.
Ya era de día, así que volví a caminar por la carretera hasta que me topé con una lata. La misma lata que horas atrás me había regalado Analie. Eso quería decir que... Sí había pasado. Que todo había sido real y eso significaba que... el Diablo se había llevado a Analie.
Fin de la primera parte # Atentamente: La extraña criatura
